Hace algunos años me mude de casa, estaba contenta de poder vivir en mi nuevo hogar, sin embargo, poco tiempo duró esta felicidad, pues un sentimiento de soledad se apoderó de mi; sin amigos cerca, ni familia, sin televisor, ni Internet, experimente el mayor y árido desierto de mi vida.
Como cristiana conocía muy bien la maravillosa promesa de que el estaría con nosotros todos los días a través de Su Espíritu Santo, así que empecé a decirle al Señor que quería vivir y experimentar esta palabra, los días y los años que siguieron puedo describirlos como un río en el desierto, pude vivir con la seguridad que El estaba conmigo, mi comunión se nutria y fortalecía cada día más y disfrutaba de su cuidado y compañía.
Es posible que usted esté atravesando por el desierto de la soledad, ese lugar que nadie quiere pasar, pero en ese lugar no deseado usted puede llegar a experimentar la compañía del Espíritu de Dios, reconozca que lo necesita, acuda a El con un corazón humilde y necesitado, El no sólo quiere salvarle, El quiere ser una realidad en su vida.
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