Arthur Ashe, fue un gran tenista afroamericano nacido en 1943, en Virginia, Estados Unidos. Ashe se convirtió en una leyenda del tenis profesional.
en 1968 ganó el Abierto de los Estados Unidos (su primer Grand Slam) y llevó al equipo norteamericano a consagrarse campeón de Copa Davis; en 1970 obtuvo su segundo Grand Slam, al ganar el Abierto de Australia; y en 1975 ganó el título en Wimbledon.
Además de estos y otros éxitos en el tenis, Arthur Ashe fue un gran luchador contra las políticas de segregación racial en Sudáfrica. Por lo cual recibió mucha persecución.
Pero su prueba más difícil la enfrentó en 1988 cuando un examen reveló que había contraído el VIH (sida) por unas transfusiones de sangre que recibió a raíz de una operación a corazón abierto.Al ser una importante figura pública en el ámbito deportivo norteamericano, recibió grandes cantidades de cartas de todo su país. En uno de los mensajes un fan le dijo: ¿Por qué Dios tuvo que seleccionarte a ti para tan fea enfermedad?
Arthur Ashe respondió; Cuando yo estaba levantando la copa nunca pregunté: ¿DIOS, por qué a míY Y hoy con mi enfermedad y mi dolor tampoco preguntaré ¿DIOS, por qué a mí?
Generalmente los seres humanos nos dedicamos a culpar e interrogar a DIOS por nuestras desventuras, por las cosas que salieron mal, por una enfermedad, la pérdida de un empleo, la partida de un ser querido, la traición de un ser amado, por los problemas económicos y muchas cosas más. Pero cuando estamos siendo bendecidos.
cuando podemos despertar y gozamos de salud o cuando hemos alcanzado un gran éxito no le preguntamos a DIOS ¿Por qué a mi? Es más, pensamos que es algo merecido, que tenemos mucho mérito y que DIOS tenía la obligación de bendecirnos.
Este gran tenista nos deja una gran lección porque no sólo se trata de interrogar a DIOS cuando algo malo nos sucede, ni que nos acordemos de Él sólo en las tribulaciones, sino que debemos ser agradecidos en todo tiempo, reconocer que si hemos recibido cosas buenas son por su gracia.
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