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Foto del escritorGabriela Lizeth Figueroa

¿Quién está en lo correcto, Dios o el hombre?



Si decimos que no hay nada que necesitemos para ir a Dios, o nada que confesar, hacemos a Dios mentiroso y su Palabra no está en nosotros.

La gran pregunta de la vida es: ¿Quién está bien, Dios o el hombre? Yo he elegido que Dios está bien. Sin embargo, en lugar de decir: «No, yo no he pecado. Eso no era tan malo», en cambio si vamos a El y le decimos, «Señor, estoy arrepentido. Yo no quiero nada que corte nuestra relación».


Padres, ¿alguna vez se disculparon con sus hijos? Deberían. No hay manera de ser siempre un padre perfecto. ¿Qué sucede cuando te disculpas? Eso les enseña a los chicos que aún sus padres no siempre son perfectos. ¿Te disculpas con tu esposa, tu esposo, tu novio o tu novia, o alguien con quien trabajas? Estas son faltas que quieres esconder, o pecados que has tratado de lavar hace tiempo, pero sabes en tu corazón que todavía están allí. 


Hace algunos años, pasé por una temporada rara. Por seis meses, numerosas personas me confesaron que habían hablado mal sobre mí a mis espaldas. Eso me afectó y descubrí qué lo estaba causando. Parte de eso justamente vino porque líderes y conferencistas tenían carácter parecido. Es fácil tirar piedras a la gente en TV o en el internet y decir cosas que no diríamos en persona.


A cada uno de ellos le dije, «Te perdono. Está bien». Ellos recibieron el perdón y yo recibí la confesión. Algunas veces estaremos en el extremo de recibir. No siempre debemos ser la persona que confiesa, sino a quien le confiesan. Nuestra respuesta entonces debe ser tan agradable como Dios nos responde a nosotros: «Esta bien. Te amo. Todo está bien». Entonces estaremos en capacidad de hacer esa conexión que hace la diferencia.


Si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para limpiarnos de toda maldad, pero tenemos que confesar nuestros pecados unos a otros cuando hemos herido a otras personas. Lo que sucede es que esta confesión restaura la relación y entonces nosotros recibimos la limpieza que viene de Jesús.


¿Escondes tus pecados y actos, como si ellos no existieran? Eso te está devorando. Tienes la oportunidad de confesarlos al Señor. ¡Déjalos salir y haz lo correcto!

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