Cuando oímos la palabra “milagro”, muy a menudo lo que nos viene a la mente son imágenes de personas físicamente sanadas. Personas que reciben sanidad en alguna parte de su cuerpo, o incluso personas muertas que vuelven a la vida. Los milagros, sin embargo, me atrevería a decir que también tienen otra dimensión. Los milagros son, en ocasiones, milagros del corazón. Instantes poderosos de sanidad interior, de conversión, de volverse a Jesús… y también de perdón. Aquí tienes un testimonio, muy corto pero extremadamente poderoso: “Acepté el asesinato de mi hermano, y perdoné a sus asesinos, a pesar de que no los conocía”. ¿Cómo es esto posible? Humanamente, es extremadamente difícil, ¡pero con Dios es posible! ¿Cómo? Perdonar es un acto de amor. Romanos 5:5 dice: “y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Dios, por medio de Su Espíritu Santo, extiende en nuestros corazones el verdadero amor, y nos hace capaces de perdonar. Perdonar es un acto de obediencia, como podemos leer en Colosenses 3:13, “soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”. Abandonar el deseo de venganza y bendecir a tu enemigo es un acto de obediencia a Dios. Es hacer lo que nos pide, aunque nos cueste.
Si te encuentras frente a lo imperdonable hoy, me gustaría orar por ti: “Señor, aquí tienes a mi hermano(a), que se encuentra hoy en esta situación complicada. Le es humanamente difícil perdonar, ¡pero creo que por tu Espíritu es posible que pueda perdonar! Sopla sobre su vida, Espíritu Santo, y que por Tu poder y amor derramado en su corazón, mi amigo(a) sea capaz de perdonar a sus enemigos ahora mismo. En el Nombre de Jesús. ¡Amén!”.
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