El remedio para la ansiedad se establece en la oración. La forma de superarla es llevar nuestras necesidades y aflicciones delante de Dios.
El secreto está en abrir el corazón ante Él. La apatía y el desaliento nunca serán el remedio, sólo la oración (Sal. 81:10). Las súplicas han de presentarse acompañadas de gratitud y adoración “acción de gracias”, convirtiéndolas en ruego, que es la oración que expresa las demandas solicitando la ayuda de Dios.
No hay momento alguno en la vida, aún en medio del conflicto que no debamos sentir gratitud. Primero por la oración que nos permite presentarle nuestras necesidades, pero, también por la certeza de que serán respondidas oportunamente (Sal. 37:4).
Cuando enfrentemos una situación que genera ansiedad, angustia o miedo, corramos directamente hacia el Señor Jesús. El es nuestro único y fiel mediador ante el Padre que ruega por nosotros a través del sacrificio en la cruz.
Te invito a que confíes en el todas tus ansiedades e inquitudes para que empieces a vivir una vida de paz.
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