La Biblia dice que cuando confesamos nuestro pecado, Dios nos perdona y nos limpia. ¿Conoces al rey David? Él dijo esto mientras expresaba angustia en oración: «Lava mi maldad y límpiame de mi pecado». Juan el bautista en el río Jordán, mientras la gente confesaba sus pecados, dijo «Yo los bautizo a ustedes en agua para arrepentimiento». Con una toalla alrededor de su cintura, Jesús le dijo a Pedro: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo».
Cuando confesamos nuestros pecados a Dios, quien es santo y sin mancha, nos ponemos en acuerdo con él, admitimos que estamos equivocados y él nos limpia. Aún nuestra conciencia es lavada. Somos perdonados, nos hace sin mancha y sin reproche. Somos santos ante sus ojos. Somos sus niños y Jesús nos limpia de toda maldad.
Así que cuando confiesas, vienes al lugar seguro. Cuando vienes a confesar, estás tratando de restaurar las relaciones con otras personas. Pero cuando guardas eso en ti, te quema en tu interior. Los secretos te hacen enfermar. En su lugar, si lo confiesas, puedes decir, «Señor, cuida todos mis errores y pecado. Límpiame de toda maldad».
¿Piensas que Dios no puede limpiar tu Alma o tu pecado es tan grave que no puede ser perdonando por Dios? Jesús es fiel para limpiarte de toda maldad, él limpiará el Alma y perdona los pecados. ¿Eso significa que seremos perfectos? No es lo que quiere decir. Pero él limpia nuestra alma de tal manera que ahora cuando decimos, «Señor, yo estoy gruñón o enojado, celoso, lujurioso, codicioso, egoísta, ansioso, nervioso, solo, mentiroso, fui malcriado con mis padres, siento tentación sexual o simplemente desanimado, pero hoy quiero estar bien contigo. Solo quiero confesártelo. Dios, quiero mantener la lista corta entre tú y yo; y entre quienes he ofendido. Yo no quiero solamente estar acumulando esto». Entonces, él nos limpia completamente y sobre todo nos ayuda a vencer y a cambiar nuestra vieja manera de vivir a la nueva vida que tenemos en Cristo.
Cuando tú y yo confesamos que sabemos lo que está mal, él es fiel y justo para limpiar nuestra alma. ¿Puedes pensar en un mejor trato?
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