No podemos perder más tiempo porque el enemigo de nuestras almas está trabajando día y noche, y nosotros estamos como en un sueño sin un plan firme, luchando solos cuando deberíamos estar más cerca unos de otros.
Mientras estas cosas ocurren aceleradamente los días pasan en un abrir y cerrar de ojos. Somos testigos de guerras, pestilencias y terremotos que están ocurriendo en lugares como Alaska (al norte). Vemos que no hay una lógica, y el hombre no puede vivir con esa lógica. En lugares donde nunca llovía hoy existen hasta inundaciones, y donde no caía nieve hoy cae nieve.
No podemos decir que vivimos en un mundo en el que nada ocurre, cada día que pasa es evidente que estamos al borde de cosas que acontecerán que ojo no vio ni oído oyó.
Ciertamente lo que está predestinado y que ocurrirá, ni tú ni yo podemos evitar; sin embargo, sí podemos tratar de salvar a todos los que podamos a través de la predicación.
No seamos meros observadores, Dios nos ha llamado a ser esa «voz que clama en el desierto». La pregunta es: ¿Estás tú y la iglesia preparados o preparándonos para esos grandes desafíos que vienen y que vendrán prontamente?
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