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Foto del escritorGabriela Lizeth Figueroa

La soberanía de Dios


Muchísimas veces pasamos por alto la soberanía de DIOS sin lograr entender sus juicios y mucho menos los caminos por los que nos toca recorrer. Vamos de un lado para otro; nos movemos de aquí para allá, pensando incluso que estamos haciendo todo bien y cuando nos damos cuenta ¡qué equivocados andábamos! Es difícil transitar por el camino correcto cuando estamos tan alejados de DIOS y mucho más difícil es comprender sus juicios cuando vamos por el lugar errado. ¿Con qué autoridad lo increpamos o nos rebelamos ante Él?, ¿Quién ha conocido la mente del SEÑOR, o quién ha sido su consejero?


Alcanzamos a entender y comprender lo que esté a nuestro alcance, pero ¿Quiénes somos para exigirle que obre de tal modo? “¿Quién le ha dado primero a DIOS, para que luego Dios le pague? Nadie, absolutamente nadie puede afirmarlo. El SEÑOR es el Creador del universo y todo le pertenece. Él tiene el dominio total del mundo, ¿Sobre qué base podemos demandarle? No somos más que vasijas de barro en su mano.



CRISTO es nuestro camino al Padre y quien nos guía a toda verdad. Con Él a través de su SANTO ESPÍRITU, podemos entender “lo que por su gracia él nos ha concedido” Es un privilegio del cual goza el creyente y aún así, a veces nos cuestionamos sobre tal o cual situación porque sin embargo la profundidad de sus riquezas, de su sabiduría y de su conocimiento es tan extensa que humanamente son inexplicables.


Aprendamos a entender la soberanía de DIOS y no cuestionar tanto sus juicios; no somos nada ni nadie para hacerlo. Su soberanía le pertenece “Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén


Te invito a entregarle tu vida al SEÑOR JESUCRISTO, para que sea el mismo SEÑOR quien te de la sabiduría necesaria para lograr entenderle, admirarle y obedecerle. Lo puedes hacer con una corta oración como la que puedo sugerirte; sin embargo, lo importante es la actitud de tu corazón, la sinceridad tuya:



SEÑOR JESUCRISTO: Te entrego mi vida para que seas mi SEÑOR y Salvador. Toma el control de ella y hazme la persona que según tu soberanía deseas que yo sea. Acepto que soy pecador y que necesito de ti. Gracias Jesús por venir a mí y perdonarme. Gracias por darme la salvación y enseñarme a vivir correctamente. Amén.


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