En el siglo VI a. C., el profeta Jeremías anunció las palabras de esperanza de Dios al pueblo de Judá, que vivía en el exilio en Babilonia. Vivir en el exilio, quiere decir que habían sido invadidos por los babilonios, sacados de su tierra, llevados lejos, arrancados de sus tradiciones y muchos convertidos en esclavos y siervos. En ese contexto de añoranza de su tierra, de dolor por todo lo que el pueblo había perdido como nación, Dios envía una palabra de consuelo por medio del profeta Jeremías.
«Yo sé los planes que tengo para ustedes…» A Dios no se le ha salido nada de su gobierno. Él sabe los planes que tiene para cada uno. Aún en medio de los momentos difíciles de la vida, Dios te dice que ninguna circunstancia es mayor a él. Ninguna circunstancia va a sacarte de sus planes, por difícil que parezca. El pueblo de Dios ya había pasado por 400 años de esclavitud en Egipto y Dios los había sacado de allí. Les entregó la tierra prometida, cumpliendo así su promesa. Ahora, nuevamente, estaban en dificultades. La invasión de los babilonios trajo destrucción y desesperanza, pero ellos ya conocían la fidelidad de Dios.
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