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Foto del escritorGabriela Lizeth Figueroa

La actitud es reflejo del corazón



¿Cuántas oportunidades hemos perdido por no controlar nuestro temperamento? ¿Cuántas puertas hemos cerrado por nuestros enojos? ¿Cuántas personas hemos alejado de nosotros por nuestro carácter? ¿Cuántos momentos hemos arruinado por nuestra actitud?


El carácter es aquel conjunto de rasgos  por el que nos identifican los demás; la Biblia dice: “Ningún árbol bueno produce frutos malos, y ningún árbol malo produce frutos buenos. Cada árbol se conoce por los frutos que produce. De una planta de espinos no se pueden recoger higos ni uvas. La gente buena siempre hace el bien, porque el bien habita en su corazón. La gente mala siempre hace el mal, porque en su corazón está el mal. Las palabras que salen de tu boca muestran lo que hay en tu corazón.” Lucas 6:43-46 (TLA)


Si meditamos en el texto que hemos leído aprendemos que la actitud del hombre es el reflejo de lo que hay en el corazón, es decir, que si tenemos un  mal carácter es porque en nuestro interior aún hay maldad y eso se refleja en nuestras acciones. “Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre.” Mateo 15:18


Sin embargo, la palabra de Dios nos enseña que nosotros tenemos que ser personas diferentes a lo que éramos antes. Y tal vez te preguntes, pero ¿cómo puedo cambiar mi mal carácter? La respuesta la encontramos en 2 Corintios 5 que dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”


Únicamente podemos hacerlo por medio de Jesús, permaneciendo en Él y dejando que el Espíritu Santo gobierne nuestra vida. Y eso se logra sólo por medio de la comunión continua con el Señor. Porque cambiar el carácter no es cuestión fuerzas humanas, es interno y espiritual.


Si quiero cambiar mi carácter tengo que poner mi vida en las manos de Jesús todos los días, porque si no leemos la Biblia, no oramos, ni vamos a la iglesia, nuestro mal carácter nos dominará.


Busquemos cada día ser llenos de la presencia de Dios, así nuestro carácter  cambiará. “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio”. Gálatas 5:22.

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