Me gustaría compartir contigo la historia:
Un día, un padre muy rico hizo un viaje con su hijo al campo para mostrarle cómo vivían las personas pobres. Pasaron varios días en una granja con una familia que no tenía mucho que ofrecerles. Cuando volvieron a casa, el padre preguntó a su hijo: “¿Te ha gustado el viaje?” “¡Oh sí, Papá, mucho!” “¿Viste cómo vive la gente pobre?” “Sí” respondió el hijo. “Bien, ¿qué es lo que has aprendido de este viaje?” El hijo contestó: “Vi que tenemos un perro, y que ellos tienen cuatro. Tenemos una piscina que llega hasta la mitad del jardín, pero ellos tienen un riachuelo para nadar que no tiene fin. Tenemos farolas en nuestro jardín, pero ellos tienen las estrellas por la noche. Nuestro patio alcanza hasta la entrada, pero el suyo se extiende hacia el horizonte. Tenemos un terreno en el que vivir, pero ellos viven en campos que van más allá de lo que nuestros ojos alcanzan a ver. Tenemos sirvientes que nos ayudan, pero ellos se sirven los unos a los otros. Compramos nuestra comida, pero ellos cultivan la suya. Tenemos muros alrededor de nuestra propiedad para protegernos, pero ellos tienen amigos que les protegen”. El padre del chico se quedó sin palabras. El hijo añadió: “Papá, gracias por hacerme ver lo que significa realmente ser rico.”
¡Lo que no tiene valor para unos, para otros es un tesoro! Todo depende del punto de vista con el que mires las cosas.
Para ti, ¿qué son realmente las riquezas? ¿Mercancías, objetos y posesiones, o más bien una relación con Dios, la paz contigo mismo y la amistad con los demás?
“La comparación es enemiga del contentamiento”, dice el refrán. Muy a menudo, olvidamos los tesoros verdaderos que tenemos, y, en su lugar, nos deprimimos por lo que no tenemos.
¡El contentamiento y la gratitud son dos valores fundamentales en el Reino de Dios, y son clave para nuestro diario vivir! Dios desea satisfacer todas nuestras necesidades, a la vez que aprendemos a estar satisfechos con lo que tenemos hoy.
Te animo a ser agradecido a Dios por cada cosa que Él te ha dado. Recuerda: “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder...” (2 Pedro 1:3).
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