La ansiedad proviene de un lugar de pérdida de control, pero en Mateo 6:27 dice: “¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?” (NVI). El preocuparse y abrumarse no tiene resultado alguno porque nada está bajo nuestro control.
Por eso, Dios te llama a entregarle tus preocupaciones a Él, a descansar en su poder y en su verdad. El único que tiene control y capacidad de calmar las aguas, es Jesús.
Un tiempo, luché con ansiedad social y recuerdo en una ocasión estando en un evento de la iglesia, la ansiedad empezó a atacarme de una manera impresionante. Me levanté de mi asiento, tratando de huir del sentimiento y comencé a caminar para intentar correr de todo y de todos. En el momento que sentía que iba a explotar y que ya no podía más, me encontré frente a una pintura de Jesús caminando sobre el mar, extendiendo la mano a Pedro, quien se estaba hundiendo entre las aguas abrumadoras por su falta de fe. Y era exactamente así como me sentía, siendo arrastrada por las olas de la ansiedad y me estaba hundiendo.
Me sentí confrontada porque me veía como Pedro. Teniendo al Dios Todopoderoso de mi lado, sin embargo seguía temiendo y sintiéndome dominada por las emociones. Lo único que podía pensar era en lo que Jesús le dijo a Pedro en ese momento, Mateo 14:31 dice: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”. Sentía como Dios solo me estaba pidiendo que creyera en Él. Que creyera en su autoridad para calmar las olas de la inseguridad, ansiedad, y temor. Justo en el siguiente versículo, en el 32, dice: “Cuando ellos subieron a la barca, el viento se calmó”. ¿Quizá la razón por la cuál Jesús no ha calmado tu tormenta, tiene que ver con que no lo has dejado entrar?
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