¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. Dios mío, mi alma está abatida en mí; me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, y de los hermonitas, desde el monte de Mizar” (Salmo 42:5-6).
Este pasaje nos motiva a preguntarnos: ¿Por qué nos abatimos? ¿Por qué nos desanimamos? Tómate un rato para reflexionar conmigo, y tratar así de dar respuesta a esta pregunta.
Es bueno de vez en cuando ser conscientes de lo que hay en nuestra mente. Yo lo hago regularmente, me distancio con respecto a mis propios pensamientos y me pregunto: ¿por qué pienso así? ¿Es esta la forma correcta de enfocarlo?
La Biblia nos dice: “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar” (Mira Hebreos 12:3).
No dejes que el desánimo se instale en tu vida. Jesús lo soportó todo en la cruz, incluido el desánimo, para que pudiéramos hoy levantarnos victoriosos frente a la tentación de rendirnos y abandonar. ¡Cuando la vida te desanima, Dios te dice “ánimo”!
“¡Ánimo!” es la palabra que me dijo alguien un día, cuando trataba de escalar una alta montaña. Esta simple palabra me ayudó a seguir adelante.
Hoy quisiera decírtelo yo a ti, por si nadie más te lo dice: “¡Ánimo! ¡Sigue adelante, persevera, acaba la carrera…! ¡TEN ÁNIMO!”
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