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Foto del escritorGabriela Lizeth Figueroa

El enfermo y mi casa


Un día salí a buscar un enfermo y lo encontré. Sentí mucha compasión por él, al verlo tan contaminado por la enfermedad que tenía. Por lo que lo invité a mi casa, Y le dije: «Tengo en mi casa la medicina para tu necesidad, quiero que vengas a casa para que puedas ser sano por completo». – Él me dijo: «A mí me gusta estar así, no tengo interés en ser sano. Si quieres que vaya tienes que permitir también mi enfermedad y adaptar un lugar para mí».

– Pensé: «tengo hijos que están sanos, si ensucio mi casa y permito entrar este virus se contamina mi casa». Entonces estas fueron mis palabras: «Mi casa estará siempre abierta para cuando decidas vivir sano. Y puede tomar un tiempo en sanar, y ese proceso es bueno para ti. Pero no puedo cambiar toda mi casa por ti, para que quieras vivir enfermo dentro de mi casa limpia». – Él respondió: «No te preocupes, voy a buscar un lugar donde no me incomode la limpieza, ni tenga la necesidad de cambiar, yo amo la vida que llevo y no la quiero perder». El problema no es el evangelio, el problema son las estrategias que usamos con tal de llenar bancas. Le quitamos al evangelio lo que ofenda con tal que las personas se sientan a gusto con su forma de vida. Convertimos nuestra iglesia en algo cómodo para los pensamientos de este mundo y pensamos que eso es estrategias. Hoy en día en día llaman «religiosos» a los que buscan la pureza, porque las personas aman el pecado; no lo quieren perder, y buscan una iglesia donde no se sientan confrontados.


Debemos de buscar el cambio, nadie cambia siendo el mismo, el cambio requiere una trasformacion la cual empieza en el interior y se hace manifiesta hasta el exterior.

«Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas». Juan 3:20
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