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Foto del escritorGabriela Lizeth Figueroa

Deje de echar las culpas y levántese



Cuando Jesús lo vio allí, tirado en el suelo, y se enteró de que ya tenía mucho tiempo de estar así, le preguntó: ―¿Quieres quedar sano? ―Señor —respondió—, no tengo a nadie que me meta en el estanque mientras se agita el agua y, cuando trato de hacerlo, otro se mete antes. (Juan 5:6–7)

Este individuo prácticamente estaba diciendo: “No es mi culpa. Estoy en esta condición porque nadie más hace nada por mí, y por lo que alguien más me hizo a mí”. Píenselo: “No tengo a nadie que me ayude”. En otras palabras: “Estoy atascado porque nadie más hace nada por mí”. O, “Mientras yo llego, otro baja antes que yo”. En otras palabras: “Estoy atascado por lo que alguien más me hace”. De cualquier forma, “No es culpa mía”. Después de que hayamos decidido que queremos ser libres, el siguiente paso es dejar de culpar a otros. Un amigo mío emigró de México a los Estados Unidos hace muchos años. No comprendía la cultura ni el idioma y parecía estar trabajando desesperadamente en un empleo sin salida. Su jefe se aprovechaba de él y parecía que nunca podía ver la luz. Pero, en vez de culpar a otros por su situación (lo cual habría sido muy fácil para él), decidió liberarse y hacer algo con su vida. Le tomó varios años, pero ahora tiene algunos negocios y está muy bien económicamente. No caiga en la trampa de culpar a otros. Más bien, tome la decisión de levantarse.

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