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Foto del escritorGabriela Lizeth Figueroa

Busca maneras en que puedes ayudar a otros


Planta un campo con buenas obras y actos amables y tu cosecha será rica. Dios nos diseñó para que seamos útiles, que hagamos lo bueno a otras personas, primero a los de la familia y a nuestra familia de la fe, pero también a los de afuera, que no conocen de él todavía. De hecho, Dios preparó de antemano las buenas obras, para que tú las lleves a cabo. Él espera que las hagas, sin excusa ni contratiempo. Ayer hablamos de algunas cosas que puedes hacer en el hogar y en el trabajo. Hoy centrémonos a las buenas obras que puedes hacer en la iglesia de Cristo. A veces pensamos que los hijos de Dios deben ser perfectos y no deben pecar ni equivocarse, pero eso no es así. Cuando alguien peca, es frecuente ver que lo señalan, critican y expulsan. Nadie quiere que lo asocien con esa persona porque considera que le va a afectar su reputación y eso, solo tiene que ver con las obras de la carne, que sigue el sistema de este mundo. El fruto del Espíritu que manifiesta el sistema del reino de Dios es diferente, pues no señala ni juzga, sino que sostiene y ayuda. Ora por el hermano caído y lo restaura para que supere su situación de adicción o compulsión y siga adelante en el crecimiento espiritual. Como hijos de Dios entendidos, también somos cuerpo de Cristo en los momentos difíciles. Esa debe ser la diferencia con los de este mundo, que tienen satisfacción al señalar y juzgar a otros, en cambio los hijos de Dios tienen gozo al restaurar y restituir. Los hijos de Dios aprenden a honrar generosamente a quien los instruye en la Palabra. El respeto primero que todo, valorando su enseñanza y esfuerzo, siendo agradecidos por la edificación. Otra forma de honrar es invitando una comida o a tomar un café, para compartir tiempos de diversión junto con las familias. Como hijos de Dios, conocerse en todos los escenarios es necesario. Si tiene las posibilidades económicas, comparta su generosidad en una ofrenda como valoración a la edificación en su vida. A veces malgastamos el dinero en cosas que no tienen valor, pero honrar económicamente a quien nos edifica espiritualmente suma a suplir sus necesidades y a que siga impartiendo esas enseñanzas a otras personas. Reflexiona ¿Cómo estás ayudando en tu congregación? ¿Cómo estás ayudando a quien cayó en pecado? ¿Cómo estás siendo generoso con quien te edifica enseñándote la Palabra de Dios?

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